Si miras a la gente que te rodea, verás que están dormidos.

Pueden tener los ojos abiertos, pero no, no están despiertos. Se encuentran en una forma de aletargamiento en la que pueden ir tirando y que todo vaya más o menos bien, pero sin hacer muchas piruetas.

Les preguntas algo y te responden. Les pides que hagan algo y lo hacen.

Pero solo lo mínimo y luego ni se acuerdan.

Los llamo los Durmientes.

No me gustan demasiado este tipo de etiquetas, pero todos somos esos durmientes, mucho más de lo que nos gustaría.

Vas andando a algún lado y, cuando recobras la conciencia, de repente tienes que mirar dónde estás porque has estado tanto rato caminando en automático que te has pasado de calle sin darte cuenta. Has respetado los semáforos en rojo, te das cuenta de que has cogido un café para llevar de algún bar porque lo tienes en la mano y estás diciendo adiós con la otra mano a una persona que se despide diciéndote: "¡Nos llamamos y nos ponemos al día!", pero no sabes ni de qué habéis hablado.

Todos somos ese Durmiente que se da cuenta de que acaba de perder 45 minutos en Tik Tok o que acaba de quedarse sin tarde del sábado porque lleva 4 capítulos de una serie absurda.

Tengo que decirte que TODOS entramos en ese estado de conciencia muchas veces al día, pero hay que ir tomando conciencia de ello porque cuanto más tiempo pasas ahí, más normalizas que ese automatismo sea la norma.

Cuanto más te mantengas en ese estado, peor será tu vida.

Crees que todo es muy complicado y que la situación en la que te encuentras es una excepción distinta, es diferente a la situación del resto de la gente, y te atrapa, no permitiéndote salir de ahí y avanzar, por lo que tienes que seguir aguantando.

La situación en la que estás no tiene mucha más dificultad que la del resto de la gente, y por supuesto, no es ninguna excepción ni es distinta a la del resto. El problema es que permaneces demasiado tiempo de tu día en ese estado durmiente. Solo prestas atención a medias y de vez en cuando, y esa falta de lucidez y de presencia, es la que te impide pensar de verdad en la forma de poner orden en tu vida.

Observa que cuanto peor les va la vida, más tiempo pasan distraídos, evadidos, jugando al móvil, mirando vídeos, bebiendo, comiendo azúcar, manteniendo conversaciones sin decir nada recurriendo todo el tiempo a las mismas frases.

Verás que las personas a las que les va bien, destinas más atención en la familia, en la pareja, en lo que hacen, en el modo en el que lo hacen, en formarse, aprender, entender… Ese nivel mayor de presencia, esa profundidad atencional, duele. Pero te ayuda a entender lo que tienes que hacer para que tu vida vaya a mejor.

Si fueras mi cliente, te diría:

“Lo fácil es estar ahí sin estar, pero el precio es altísimo.

Vivir sin pagar el precio de estar vivo, se cobra tu vida.

Vivir, pagando el precio de estar vivo, requiere tu esfuerzo por despertar cada vez que te das cuenta de que te has vuelto a dormir.”

🔥  ATENCIÓN 🔥

Este sábado en la Membresía, te hablo sobre el cambio y aquello que necesitas saber para poder dar esos pasos que tendrás que dar si verdaderamente quieres ir a por la vida que deseas.

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