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¿Te gusta leer?
Estoy leyendo una novela de mitad del siglo pasado, y hay algo que me sorprende.
No hay dopamina. Hay serotonina.
No hay todo el rato novedad ni sorpresas, no hay ansias por avanzar, no hay recompensas inmediatas todo el tiempo.
Hay calma, satisfacción, estabilidad y bienestar sostenido.
Hay un disfrute continuado, sin altibajos. Hay momentos en los que la novela se cuece a fuego lento, profundizando en detalles, creando contextos y avanzando despacio pero firme hacia los momentos cumbre.
Pero no hay esa dopamina cabrona de los capítulos que terminan dejándote frente a una incógnita terrible.
Y es por ello, porque mi cabeza está demasiado acostumbrada a la dopamina, que me voy desconectando de la lectura. No tengo ese hambre con la que devoro los otros libros.
Suelo leer libros del siglo pasado, pero acostumbran a ser más cortos. Este ronda las mil páginas y, por ello, esta sensación de distraerme o desconectarme se percibe más habitualmente. Cuando el libro es de 150 a 300 páginas, la acción está más concentrada y los valles o los llanos son más cortos. Pero cuando el volumen se alarga, cuestan más de sostener y ahí es donde aparece el reflejo de la falta de dopamina.
Antes, la gente, al ver una película, se quedaba clavada en la butaca o en el sofá las 2 o 3 horas que duraba. Ahora las películas duran mucho menos y necesitamos pararlas cada poco tiempo. Nos distraemos, cogemos el móvil, buscamos algo, miramos redes o contestamos mensajes mientras la película, cargada con dosis brutales de dopamina, continúa.
Hace tiempo que leo libros del siglo pasado o incluso más antiguos, y es una experiencia muy interesante. La sensación es que no hablan para niños, hablan para adultos, sin doblegarse a un tipo de lenguaje fácil o a historias para todos los gustos.
La lectura es uno de los mayores placeres de la vida, porque se te guía en la historia, pero las imágenes las construyes tú. En cierto modo, todas las historias tienen una parte de quien las escribe pero al mismo tiempo siempre son, en parte, tuyas.
Hay muchas personas que no leen casi nunca y, si lo hacen, suele ser no ficción para profundizar en ensayos o aprender de libros de divulgación. Pero lo que crea la magia son las novelas.
Si habitualmente no lees mucho y te hacerlo, podrías empezar por lo que te divierta más aunque sea adictivo, como Brandon Sanderson, Freida McFadden, Juan Gómez-Jurado. Su ritmo te ayudará a disfrutar la lectura y crear el hábito.
Como recomendación personal, hace poco leí una pequeña novela, llamada El Ruletista de Mircea Cărtărescu, de apenas 70 páginas, que me pareció una pequeña delicia.
Y si ya eres habitual de la lectura, te pongo el reto de que cojas un libro del siglo pasado y descubras de lo que te hablo en este correo.
Ahora, si lo empiezas, tienes que comprometerte a terminarlo ;)
Esta semana, la Píldora trata sobre la identidad y cómo puedes jugar con ella para adaptarte mejor a las situaciones y avanzar mucho más rápido. Y eso nos llevará a la duda sobre si eso implica dejar de serte fiel a ti mismo o no.
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Si fueras mi cliente, te diría:
“Si tu mente todo el tiempo se sostiene sobre información terminada,
no estará haciendo uso de su potencial creativo.”
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