Síndrome del impostor.

Un impostor es alguien que no es quién dice ser.

Pero no serlo no suele ser un problema.

El problema aparece cuando, alguien siéndolo o no siéndolo, no está a la altura de los hechos.

Dudo mucho que un mecánico sin formación, sabiendo arreglar el problema de un coche, se sienta un impostor.

Mientras que estoy bastante seguro de que un mecánico con formación, y estando contratado en un taller, puede sentirse un impostor si no sabe resolver el problema por el que le están pagando.

Así que la clave no es ser o no ser.

Es estar a la altura o no estarlo.

Y es por eso por lo que podemos sentirnos impostores en nuestra propia paternidad o maternidad, en nuestra propia relación, o en aquello en lo que nos hemos formado y ya se nos está validando.

Porque una cosa es ser un impostor y la otra sentirse un impostor.

Cambia mucho.

Cuando te das cuenta de esto, descubres que aquello que sientes, más allá del malestar que te genera, en realidad es información.

Información que te muestra el camino a seguir.

Fíjate que con esta simple reestructuración sobre el síndrome del impostor, muy posiblemente, si te sientes así, tus sensaciones o presión se pueden haber reducido, ya que lo hemos convertido en algo manejable.

Cuando profundizas en la mentalidad, descubres que los problemas reales no están ahí afuera, están en tu manera de mirar, de entender y de decidir, y cuando a esa mentalidad le pones orden y dirección, te conviertes en alguien capaz de resolver todos esos problemas. Eso es lo que hacemos en la Inteligencia Evolutiva.

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