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Alejandro Jodorowsky
Esta semana he ido a ver a Alejandro Jodorowsky.
Ha sido una proyección de su documental y, después él con 96 años, venía en persona desde París para hablar sobre la película y responder preguntas.
Llevo años siguiendo su trayectoria y me parece que, con su psicomagia, nos ha mostrado la capacidad del arte para sanar, nos ha enseñado a usar las dinámicas proyectivas de un modo distinto al habitual y ha acercado una filosofía espiritual bastante sana y bella a miles de personas.
Hay muchas críticas a la psicomagia, pero en sí misma es más que suficiente si la ves como un punto de partida a un nuevo tipo de investigación, uno que contempla el arte como instrumento para sanar, la imaginación y los sueños como puerta hacia el inconsciente. Concretamente ha inspirado de manera importante a la Metaprogramación Cognitiva.
Durante toda su vida. Alejandro, ha llenado teatros, salas de conferencias y cines con sus películas, y esta semana lo hizo de nuevo: dos proyecciones en Madrid y dos proyecciones en Barcelona, cuatro eventos, 96 años.
Con 92 años hizo un evento en Barcelona en el que estuvo tres horas hablando delante de cientos de personas, de pie y con un nivel de energía fascinante.
Pero esta vez le tenían que sujetar para llegar a su asiento, había perdido oído, se le olvidaban las palabras y se distraía. Han pasado cuatro años, ahora tiene 96 y, además, recientemente ha perdido a un hijo, Cristóbal.
Aun así, ha estado lúcido, con su humor, con sus respuestas y ha hecho un par de actos psicomágicos poniéndose de pie que han sido un regalo.
Aun así, algunas personas se levantaban y se marchaban; otras le miraban viendo al humano, al hombre, y sin encontrar ya al maestro o gurú al que habían adorado años atrás; y otros se acercaban para echarse una foto, conseguir un autógrafo o preguntarle algo, insistiendo a pesar de que él estaba agotado, porque esta será, posiblemente, su última oportunidad.
Y, sin embargo, solo algunos pocos veíamos la vivacidad de su mirada, su picardía, su lucidez en su ironía y la fuerza con la que todavía elige vivir su vida. Enamorado, sabio y loco, maestro y aprendiz de la vida. Toda una inspiración.
Para mí, ha sido un regalo, porque, curiosamente, en eventos anteriores, cuando él era más joven, tuve la ocasión de conversar un poco con él, y donde todos veían a un maestro, yo veía a un hombre.
Y ahora, donde solo veían a un hombre, a un anciano, esta vez de verdad, vi a un maestro.

Si fueras mi cliente, te diría:
“Un maestro no es alguien que tiene algo que decir, es alguien de quien tienes algo que aprender.”
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