No tienes razón.

Me encanta ver los comentarios que me deja la gente.

Enfadados. Indignados. Atónitos.

Les presentas una idea, una reflexión, un punto de vista distinto al suyo, y la tendencia es negarlo, castigarte, reforzar su argumentación.

¿Crees que si lo que te digo fuese una gilipollez estarías reaccionando así?

¿Realmente te tomas la molestia de argumentar con un tonto o con un loco?

Cuando la gente reacciona tan visceralmente a algo que digo, es porque les duele y no pueden aceptarlo, porque eso implicaría muchas otras cosas.

¡Te contradices!, me dicen.

No, no me contradigo. Cuando no tengo miedo a mirar un aspecto del mundo, lo observo en la máxima plenitud que puedo, incluso en aquellos aspectos que a mí me duelen.

Esa visión siempre es solo una aproximación. No pretendo tener la verdad de nada, sería bobo si pensase que he llegado a una verdad fundamental.

Pero sí creo que haber profundizado en algo me da una aproximación que me permite verlo desde más ángulos.

Esa visión en tres dimensiones aporta una serie de lazos argumentales que, para una persona con una visión lineal, basada en unos pasos consecutivos, aparentemente casuales, es muy difícil de entender y más aún de encajar.

Cada vez soy capaz de aceptar más visiones del mundo: más paradójicas, más antagónicas, más complejas, que me permiten profundizar en puntos de vista que me llevan a tomar decisiones más precisas y con mejores resultados.

Esta mentalidad no se adquiere por casualidad, se entrena. Puedes hacerlo aquí.

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