Reflexión importante.

Una de las cosas buenas que tiene vivir en el Algarve es que para ir a cualquier sitio necesitas coger el coche.

De casa al despacho: 6 minutos. Al mercado: 15. Al centro comercial: 10. A la playa a la que solemos ir: 20. Al gimnasio: 15.

Y todos esos pequeños trayectos los destino a escuchar podcasts.

Últimamente, escucho a personas influyentes dentro del sector de la inteligencia artificial.

No solo a quienes hablan de la tecnología, sino a quienes hablan de la ética detrás de la tecnología y de la necesidad de protegernos frente a los riesgos de que la IA vaya a la velocidad a la que va.

Ya que creo que hace falta tener cierto cuidado con el auge de la IA.

Te explico por qué.

No sé si recuerdas cuando internet empezó a volverse social, pero todo fue gradual.

Primero los SMS, donde nos pasábamos horas enviándonos mensajes por 25 céntimos hasta que se terminaba la tarjeta y ya no podíamos contestar al último mensaje. Y por supuesto solo eran mensajes de texto.

Después los chats, como el de Terra, donde nadie ponía su nombre real y era un mar de psicópatas y pervertidos.

Luego Messenger, donde ya eras “tú” y podías conversar con tus amigos.

De ahí pasamos a Facebook donde aprendimos un poco las reglas del juego de las redes sociales.

Nosotros fuimos la primera generación que vivió esa explosión desde cero.

Aprendimos despacio, tras varios años, cómo se manejaba cada cosa, los riesgos, los límites y el impacto.

Y gracias a eso hemos podido acompañar a los más jóvenes en su transición hacia Instagram, TikTok, Twitch…

Ellos no llegaron desde la nada, llegaron con familias que ya habían tenido una primera experiencia más gradual con todas estas plataformas.

Pero imagina que en lugar de chats y SMS nos hubiesen lanzado directamente un Instagram o un TikTok.

Muchos de nosotros probablemente estaríamos adictos perdidos siendo tan jóvenes y con unos padres que no tendrían ni idea de lo que hacemos tras esa máquina… estoy seguro de que muchos estaríamos completamente descarriados.

Y aquí viene la reflexión importante.

Todos estamos viviendo por primera vez la inteligencia artificial, no la entendemos ni siquiera intuimos el impacto que tiene y lo que supondrá.

A pesar de que “solo sea” machine learning y sistemas conversacionales de chat, nos hemos convertido en personas dependientes en muy poco tiempo.

Estamos viviendo este boom sin transición, sin adaptación gradual. Todos a la vez, los mayores y los jóvenes.

Y cada vez delegamos más decisiones, análisis y pensamiento a estas herramientas.

Mi consejo, después de todo lo que llevo investigando, es este:

Juega a la IA en dos ritmos.

Aprende a un ritmo rápido:

Para experimentar, entenderla, probar herramientas, conocer sus límites.

Ya que no puedes protegerte de algo que no entiendes y no tiene sentido que desperdicies el valor que puede aportarte.

Impleméntala a un ritmo lento:

Cuando la entiendas, úsala para que te aporte valor pero impleméntala en tu vida lentamente.

Para mantener tus propias habilidades, tu criterio, tu capacidad de pensar.

Si la entiendes rápido pero la aplicas despacio, podrás adaptarte sin depender de ella.

Y podrás acompañar a los más jóvenes, que suelen ser más impulsivos, para que no se pierdan en esta tecnología sacrificando su capacidad de razonamiento, su criterio, su toma de decisiones.

Porque lo que estamos viviendo ahora es solo la prehistoria de la inteligencia artificial.

En los próximos dos años la IA dejará de ser un chat y, mi hipótesis, es que desaparecerá.

Será una voz que estará contigo todo el tiempo, en tus gafas o en tus auriculares.

Verá lo que tú ves, escuchará lo que tú escuchas, estará en tu ordenador, en tu casa, en tu coche, leerá tus mensajes, te aconsejará en tus conversaciones, en tus relaciones…

Será una voz invisible que nos ayudará a hacer la compra, a cuidar de nuestra salud, a recordarlo todo, a ser más precisos, efectivos, a acceder a mucha más información en tiempo real, a evitar errores o accidentes…

Será maravillosa y la amaremos.

El problema es que le dejarás decidir por ti.

Y cuanto más difícil sea esa decisión, más le entregarás tu capacidad de decidir.

Te pongo un ejemplo con el que lo verás claro:

Frente a un edificio alto de más de 3 o 4 pisos, ya ni te planteas subir por las escaleras.

Somos dependientes del ascensor para poder llegar a casa. En Dubái nos alojamos en una planta 50, si se joden los 8 ascensores que hay, te digo yo que no dormimos en nuestro apartamento.

Frente a un esfuerzo, dependemos de la tecnología para poder llevarlo a cabo.

Del mismo modo, ante decisiones complejas, lo primero que harás será delegar en la IA.

Y dejarás de plantearte ser tú quien piensa.

Entiende la tecnología rápido, úsala a tu favor, pero impleméntala despacio. Y sobre todo acompaña a los más jóvenes que vivan contigo, a usarla en vez de ser ellos usados por ella.

Si fueras mi cliente, te diría:

“Estamos frente a la tecnología más poderosa de la historia, vivámosla con conciencia y disfrutémosla en lugar de sufrirla.”

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