O te conectas o lo sufres.

El viaje que acabamos de hacer, en redes parece bonito.

Pero la realidad es que ha sido mucho mejor de lo que puede llegar a parecer, ha sido extraordinario.

Y el motivo es que hemos estado conectados todo el tiempo.

Hay veces en las que uno se desconecta de la vida y las cosas empiezan a dejar de fluir. Todo se tuerce, todo son problemas y parece que le han dado al botón del pause de la vida y no hay manera de avanzar.

En cambio, cuando uno se conecta de nuevo, es como si le dieran de nuevo al play, la vida se mueve y, no solo eso, te lleva.

Aparecen señales, casualidades, coincidencias y, con todo ello, ciertos marcadores (en nuestro caso en forma de números), que nos van indicando que seguimos conectados y que todo va bien.

¿Cómo se conecta uno de nuevo con la vida?

Estando en el lugar en el que tienes que estar, siendo quien tienes que ser.

Parece subjetivo, pero hay una parte dentro de ti que todo el tiempo sabe si el lugar en el que estás y quién eres en ese momento es correcto o no.

Nos fuimos a Japón prácticamente sin organizar el viaje, solo sabíamos, más o menos, la ruta y los hoteles en los que no alojaríamos. Pero todas las visitas y actividades las hemos ido eligiendo sobre la marcha. Cuando viajas así, sobre todo en un viaje tan complejo e importante como este, o te conectas o lo sufres.

Eso es así.

En nuestra última cena en Málaga, en un lugar inesperadamente perfecto y tras una sorpresa en la que una persona nos regaló unos baños en un hammam y un masaje fantástico que sirvió de broche y cierre por todo lo alto del viaje, comentábamos que solo nos habíamos desconectado en dos momentos en todo el viaje.

Lo notamos enseguida. Uno fue una noche en Tokio a los pocos días de llegar en la que todo se bloqueó y no lográbamos cenar en ningún sitio, era casi una broma, ¡no nos daban de cenar en ningún sitio en uno de los barrios de Tokio con más restaurantes! Y terminamos comiendo unos noodles fríos que son la delicia de algunos japoneses pero que nosotros preferimos olvidar. Y la segunda vez que nos desconectamos fue al final del viaje, de nuevo en Tokio, cuando nos quedamos encerrados en una estación sin poder salir. Menos mal que ahí reconducimos y rápido todo se alineó de nuevo.

Es que lo notas, cuando tú no estás en el lugar en el que tienes que estar, y no estás ahí porque estás haciendo fuerza para estar en algo que quieres pero que no toca, o cuando te empeñas en no ser la persona que está a la altura de la situación en la que te encuentras… la vida te manda ATXC y te encierra en una situación jodida para que comas mierda (o noodles fríos) un ratito, a ver si te das cuenta de que no dejas de joder con tus imposiciones egoístas.

El peor lugar en el que puedes entrenar tu conexión para verla con más nitidez es en tu rutina diaria. Ahí es donde hay más sesgos. Cuando sales de tu entorno y tienes una ruta, es mucho más sencillo ver cómo te conectas y cómo te desconectas, simplemente porque o avanzas bien o dejas de avanzar bien en esa ruta. Y ese entrenamiento es el que te afina para que luego apliques esa forma de aceptar la vida, de mirarla y de ser quien tienes que ser, en tu entorno habitual.

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