No me interesan los fracasos.

Cómo os gusta cuando mando un mail cabrón como el de ayer.

Os imagináis a esa gente que no deja de decir eso leyéndolo y os sale una risa de villano.

Esto es lo que te diría si fueras mi cliente de ayer:

“Yo no me fío de personas que se avalan en un éxito que no han podido sostener, ni en aprendizajes de fracasos en los que todavía no han tenido éxito.”

Parece que no se entiende muy bien.

Pues me refiero a la gente que te vende que su éxito es su fracaso porque ha aprendido de la experiencia. Pero sin haber tenido éxito todavía.

Habréis visto también a todos esos influencers que os venden mentorías para haceros ricos porque, con veinte o treinta y pocos años, ya han fracasado tres o cuatro veces.

Lo dicen con orgullo, como si esos fracasos les hubiesen enseñado unas técnicas secretas que les impidieran volver a fallar.

Pero lo gracioso es que no demuestran su éxito con emprendimientos que lo petan, sino que ahora quieren hacerse ricos enseñando a gente a hacerse rica a partir de los errores que cometieron.

De locos.

Como si un futbolista que ha fallado todos los tiros que ha lanzado a portería en todos los partidos del año fuese el mejor para enseñarte a marcar.

Ya sé la frase esa de Edison, de que por sus errores conoce 999 maneras de no fabricar una bombilla.

Pero aun así, el que quiero que me enseñe a chutar es ese cabrón que está marcando en cada partido y del que todo el equipo depende para seguir aguantando.

De ese quiero aprender, y no del otro. Llámame loco.

Porque la gente que habla de sus fracasos no es que hayan montado discográficas, ni han tenido empresas con las que han construido edificios, ni han creado parques de energía eólica.

Han emprendido online. No han tenido que contratar a talento de primer nivel, ni han tenido que despedir a gente que tiene familia que depende de ese sueldo. Tampoco han pasado por un concurso de acreedores ni han perdido todo lo que tenían.

Han montado una web, no han sido capaces de lograr la logística necesaria, de vender lo mínimo o de configurar bien los ads, y han tenido que ocultar la web. Fin de la epopeya.

No lo sé, Rick, pero si me das a elegir entre el que está surfeando una ola de cuatro metros y el que está con los panfletos en la arena vendiendo clases de surf, me quedo con el que está en el agua.

Si fueras mi cliente, te diría:

El mundo ha cambiado, hay mil opciones para corregir los errores
antes de que todo se desmorone.
Si alguien fracasa estrepitosamente,
es porque avanza solo o porque no escucha.
Y en ninguno de los dos casos es un gran ejemplo.

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