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Mágico.
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Estamos pasando unos días en Galicia. Una tierra maravillosa llena de naturaleza, lugares maravillosos, comida deliciosa y gente bonita.
Nos estamos alojando en un bosque, en una cabaña en un árbol y la experiencia está siendo alucinante. No creas que estamos sufriendo en una cabañita de mala muerte, esta escapada es el regalo de cumpleaños que me hizo Alba y es una locura. Es un apartamento precioso en las alturas de un bosque, tiene todas las comodidades, calefacción, una cama enorme, baño, cocina, chimenea, terraza y hasta jacuzzi. Lo enseñé hace unos días en Instagram.
Pero estás rodeado de árboles, sales y estás en medio de un bosque y la sensación no puede ser más brutal.
Es sorprendente el modo en el que la naturaleza influye sobre uno. Cuanto más en contacto estoy con ella, más conectado estoy con la vida. Mientras que cuando viajo a otros lugares, sobre todo ciudades más grandes, llenas de gente, tecnología, coches… Más desalineado estoy.
Aquí las señales están claras, llegan nítidas. Es una sensación de estar conectado con un saber sobre nosotros mismos y sobre aquello que nos rodea, que nos permite entender la forma en la que la vida nos está guiando.
Estamos jugando a dejarnos llevar, a ir fluyendo según nos van aconsejando las personas de aquí, moviéndonos según el tiempo nos lo permite y deteniéndonos dónde dice que no nos movamos. Y todo está siendo perfecto.
No sé si lo has experimentado alguna vez, pero es una sensación increíble esa conexión con la vida. Y la clave para conectar con ella es la naturaleza.
Ayer por la mañana nos levantamos, Alba se metió en la ducha y yo salí a la terraza. Rodeado de verde y con ese frío del norte a primera hora de la mañana, sentí unas ganas increíbles de salir a correr (no suelo hacerlo).
Me puse un pantalón de chándal, una camiseta y un chubasquero, porque estaba chispeando, le dije a Alba que salía un momento y me fui a correr.
Seguí los caminos del bosque, cuando me cansé seguí andando, hacía bastante frío y mis pulmones adaptados al calorcito del Algarve querían bajar revoluciones.
Decidí volver bordeando el bosque y de repente lo vi. Unas piedras enormes formando unas construcciones. Casas hechas de piedras gigantes, del tipo Stonehenge, pero un poco más pequeñas y formando dos casas, y estructurando lo que antiguamente debía de ser un poblado.
Me desvío del camino y disfruto de ese regalo, un yacimiento donde hace miles de años un pueblo había traído unas rocas enormes y había construido unas estructuras para alojarse. Y estaba ahí, en medio del bosque, sin turistas, sin letreros, sin señalizar, sin aparecer en las guías…
Mágico.
(Luego comparto alguna foto por Instagram).
Me paseé por ahí, volví a la casa del árbol, le dije a Alba que había encontrado algo muy loco (sin decirle lo que era) y desayunamos, por la tarde volvimos y se quedó alucinada porque no se esperaba que lo que había encontrado fuese esa barbaridad (se pensaba que era una cascada).
Así que nada, una vez más la vida me premia por escuchar y confiar en ella.
Si fueras mi cliente, te diría:
“Reduce el ruido hasta que empieces a oír lo que la vida te está intentando decir.
Queremos las señales y las señales están, somos nosotros los que no les estamos prestando atención.”
🔥 ATENCIÓN 🔥
Este sábado en la Membresía te hablaré de un tema que te presentaré en el mail de mañana.
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