Me dan miedo las buenas personas.

No me dan miedo los hijos de puta.

Porque actúan movidos por sus propios intereses y, si no eres medio bobo, los ves venir.

Los que me dan miedo son las buenas personas.

Esa gente que se autoengaña y pretende engañar a todo el mundo, aparentando un absurdo desinterés por sus propios intereses.

Movidos por una ética, por un anhelo altruista que va más allá de sí mismos.

Sintiéndose culpables por desear algo bueno para sí mismos, como si eso fuese malo.

Y me dan miedo porque sus acciones van en la dirección de su discurso, y no los ves venir.

Hasta que un día el vaso rebosa y entonces estallan, dejando salir ese monstruo que llevaban tiempo reprimiendo detrás de la máscara.

Sí, me da miedo la buena gente.

Especialmente esas personas que se autodenominan como buenas, porque cualquier persona sana ha trascendido la infantil posición de bueno y malo, y, si nos conocemos un poquito a nosotros mismos, sabemos que cada acción que hacemos tiene distintas perspectivas, causas y efectos.

Por eso mismo tengo el propósito de crear herramientas para sanar las heridas emocionales, porque detrás de alguien que está sufriendo hay resentimiento.

Y por eso tengo el propósito de transformar la mentalidad de la gente, para que sean capaces de conseguir las cosas que quieren. Porque hay que ser capaz de saciar el hambre de la superficialidad para trascender y descubrir un anhelo verdaderamente mayor.

Si en este punto te estás preguntando si soy buena o mala persona, deja de hacerlo, porque lo importante de verdad es que eres idiota.

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