Los conflictos se diluyen.

Este sábado estuve en un evento privado, éramos un grupo reducido de personas y la conversación derivó en los casos particulares de cada uno. Concretamente en los árboles familiares.

En un momento, todos estaban dibujando su árbol familiar y yo les estaba analizando los lazos y patrones.

Y, de repente, uno de ellos mostró una anomalía.

A pesar de que en las generaciones anteriores había una carga considerable de conflictos, esa carga no se había trasladado prácticamente al descendiente que estaba en el evento.

Le pregunté si sus padres tenían muchos hermanos y me dijo que sí, ocho hermanos la madre y ocho hermanos el padre. Primos para aburrir.

Y ahí estaba la clave.

Los conflictos, frente a tantos descendientes, se habían diluido.

Este verano estaba comiendo en uno de mis restaurantes favoritos en el Puerto de Santa María, y el camarero, al que ya conocía de hace tiempo, andaba cojo. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que se le había ocurrido cargar él solo un saco de 100 kilos de patatas. Y le había dado un pinzamiento en la espalda.

Le pregunté si era normal que hubiese sacos de 100 kilos de patatas y que los cargase una persona sola. Me dijo que sí, que es normal comprar patatas en grandes cantidades, pero que normalmente se trasladan en sacos más pequeños o se mueven entre varias personas. Pero que esta vez lo intentó él solo y se lesionó.

Bien, los conflictos son como los sacos de patatas.

Si los cargas tú solo te puedes dar por jodido, pero si los cargáis entre varios, la faena se aligera, y si es entre muchos, prácticamente ni se nota.

Aplícalo a todos los aspectos de tu vida. Crea un entorno en el que haya personas que te apoyen, en quienes puedas confiar y que, entre todos, os retroalimentéis para reducir la carga individual de cada uno.

Este sábado, en el Programa de Inteligencia Evolutiva, te hablaré de que todos queremos un nosotros, y del modo de empezar a usar la necesidad de pertenencia que tenemos todos, a tu favor.

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