Te voy a contar una anécdota de uno de los clientes más alucinantes con los que he trabajado.

En ese momento era un hombre de 45 años, venía a la consulta porque desde la crisis del 2008 el sector en el que trabajaba había cambiado mucho. Él tenía una empresa con una plantilla de unas 20 personas y había hecho todo lo posible por mantenerles a todos a pesar de los cambios pero ya no podía seguir sosteniendo esa plantilla. Para no tener que cerrar necesitaba contratar a gente especializada.

Tenía que despedir a bastante gente, personas que le importaban y necesitaba una estrategia comunicativa y herramientas para gestionar emocionalmente ese movimiento.

Bien, hasta ahí todo normal.

Pero cuando trabajo con alguien le suelo preguntar por los principales aspectos de su vida y no solo por el motivo de consulta. Al preguntar si tenía pareja, me dijo:

—Aún no tengo una relación, pero sí que tengo a la pareja.

Le pedí que me lo desarrollara:

—La conocí hace medio año y nada más verla supe que seríamos pareja. Ella me gustó desde el principio, yo también le gusté, pero ella estaba distraída con hombres que le gustaban más. Le dije que no pasaba nada, podíamos ser amigos. Ella ha tenido algunas relaciones, todas desastrosas con hombres que no han estado a la altura, no se han comprometido, le han fallado… Se empeña en intentar ganar batallas perdidas. Yo mantengo un contacto con ella, no somos amigos cercanos pero nos mandamos mensajes comentando una afición que tenemos en común y de vez en cuando vamos a comer.

—¿Cuál es tu plan con ella? —respondí.

—No hacer nada.

Lo miré en silencio, con cierta incredulidad. Él continuó:

—No voy a ponerme a competir con esos hombres. No voy a hacer algo para que ella se dé cuenta de algo de lo que no se da cuenta. Voy a seguir siendo como soy, seguiré estando y seguiremos comiendo de vez en cuando. Yo no estoy esperando, hago mi vida, estoy abierto a que aparezca otra persona, así que si ella quiere dar una oportunidad a lo que podamos tener, está en su mano.

Terminamos el proceso después de un mes y medio aproximadamente, ya se habían dado los despidos y el tipo había demostrado una calidad humana realmente espectacular. Antes de despedirnos le pregunté cómo estaba el tema con ella, me dijo: —Aún nada.

Entendía su posición:

Cuando el valor de lo que aportas es realmente bueno, no negocias.

Si él se ponía a competir con esos hombres inmaduros e irresponsables afectivamente, implícitamente estaba diciendo que ese era su nivel. Y no era él el que tenía que rebajarse a eso, era ella la que tenía que madurar para dejar de elegir esos juegos tóxicos y valorar a un hombre de verdad.

Casi un año después recibo un Whatsapp suyo, era una foto de ellos dos, estaban juntos.

Si fueras mi cliente, te diría:

“Te pones a la altura del juego que aceptas jugar.”

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