Ayer hablaba sobre cambiar de vida.

Hay mucha gente deseando dar un volantazo y tomar un camino distinto.

¿Qué les detiene?

La respuesta habitual es: miedos, limitaciones, creencias…

Pero hay algo más.

Las acciones concretas que requiere tu día a día definen un comportamiento basado en una neuroplasticidad específica.

Tu cerebro está habituado a pensar recurrentemente sobre las mismas cosas y bajo los mismos parámetros.

Y cuando te planteas cambiar, en realidad lo que estás proponiendo es:

Voy a exponerme a un contexto diferente en el que sucederán cosas distintas. Cosas que tengo que entender, por lo que tendré que tener un conocimiento nuevo de ese medio. Las acciones que tendré que hacer serán otras, mi neuroplasticidad no será funcional y tendré que romper todos esos circuitos neuronales y construir otros nuevos.

Esto implica un estrés enorme y un gran consumo de energía.

Por ello, para cambiar es necesario que estés bien, que tengas estabilidad y que realices una inversión que puedas sostener durante el tiempo que requiera ese cambio.

Si fueras mi cliente, te diría:

“Fracasar significa que no has sido capaz de reestructurar tu cerebro para ser efectivo en tus nuevos comportamientos en los plazos que el cambio requería.

Fin.”

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