Impostores de nuestra propia vida.

Estamos en un momento en el que el mundo está cambiando a pasos agigantados.

La mayoría se aferran al viejo mundo, mientras que solo algunos se lanzan hacia el nuevo, posicionándose en él y obteniendo los mejores asientos.

Pero ambos, unos y otros, comparten una misma sensación.

La inseguridad.

Sentir que no estamos preparados para lo que la vida nos pide que hagamos.

Hay una frase magnífica del libro Moby Dick:

“Había momentos en que dudaba incluso de mis propias manos, como si no fueran capaces de aferrar el timón que otros me confiaban.”

Todos nos hemos sentido así, y te aconsejo que des por sentado que si Dios quiere lo volverás a sentir muchas veces, porque nos enfrentamos a un mundo que desconocemos, a un mercado laboral completamente nuevo con sus propias reglas, a un sistema financiero que se está construyendo en estos momentos y a nuevas formas de relacionarnos que cuestionan todo lo que sabemos sobre la pareja y la familia.

Cada día que pasa, estamos más lejos del mundo que conocemos y más adentro de un mundo que nos es desconocido.

No hablo de bueno ni de malo, hablo de cambio.

Un cambio que rompe el sentido de nuestra identidad al ponernos en un contexto para el que aquello que somos ha dejado de tener sentido.

Te hablo de sentirnos impostores de nuestra propia vida.

Y a eso es a lo que nos podemos adelantar.

Ese es el tema de la Píldora de esta semana de la Inteligencia Evolutiva, en la que te hablo sobre el síndrome del impostor y el modo de gestionarlo, y no lo enfoco solo en el trabajo.

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Si fueras mi cliente, a la frase anterior añadiría otra de Dorian Gray:

“A veces me siento como si hubiera dos vidas en mí. Una que todos ven y otra que escondo incluso de mí mismo. Y cuando ambas se encuentran, temo que la verdad quede al descubierto.”

PD: Tú eliges cuál es esa verdad que tarde o temprano quedará al descubierto.

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