Acabo de escribir un mail bastante largo.

Una vez terminado, lo he releído, me ha parecido interesante pero del montón.

Lo he marcado entero y lo he borrado.

Sé que escribo un mail a diario (menos los domingos) y que ese volumen me da cierto margen pudiendo aceptar que algunos mails sean del montón.

Pero aún quedando satisfecho con el mail que escribo, y pudiendo gustar a mucha gente, para tanta otra será un mail del montón.

En consecuencia, si soy permisivo aceptando hacer cosas por debajo de mi propio nivel de expectativas, estas estarán muy por debajo de las expectativas de la gente que me lee.

¿Es mi responsabilidad sus expectativas? No.

¿Tengo que tenerlas en cuenta? Sí.

No escribo para mí, escribo para ti.

El mundo ha cambiando, cada vez hay más creadores de contenido y esa cifra no dejará de crecer, porque todos creamos de un modo o de otro. Tomemos conciencia de que publicar sin pensar, escribir divagando, hablar solo de lo que nos interesa a nosotros… No será competitivo en el mercado dentro de 3 segundos.

Quítate de la puñetera ecuación, deja de ser el centro de lo que haces, mira a las personas que hay a tu alrededor y paga el precio de profundizar sobre aquello de lo que hablas hasta tener una opinión que merezca la atención que requiere.

No estamos en la era de la información. Estamos en la era de la comunicación.

La información, sin lo humano no vale nada.

Si a nadie le interesa lo que haces… lo lamento, pero no lo estás haciendo bien.

Si fueras mi cliente, te diría:

“El rugido de un león que está solo, no tiene ningún sentido.

Solo cuando está con su manada, solo cuando está en peligro, solo cuando el rugido comunica algo, tiene sentido.

Solo cuando te expones al mundo real, cuando te juegas la piel, cuando te muestras, cuando hablas desde tu verdad, cuando tienes una opinión que realmente marca una diferencia…

Puedes rugir con toda la fuerza de tus pulmones.”

🔥  ATENCIÓN 🔥

Este sábado en la Membresía te hablaré de pagar el precio que cuesta la vida que quieres.

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