Estoy viendo una telenovela.

El mail de hoy lo escribo en contra de mi voluntad.

Alba prácticamente me ha obligado porque dice que es muy gracioso y que tengo que contarlo.

Estoy viendo una telenovela. Pero de las latinas. Las de drama. Y antes de saber que estaba viendo una telenovela, me gustaba.

Te pongo en contexto.

No suelo ver muchas series, pero si veo alguna, o es realmente buena, o acepto que sea menos buena si es de espías o de narcos.

Son las dos temáticas que más me gustan.

Y justo estoy viendo una que se llama La Agencia, con Michael Fassbender. Es una versión americana de una serie francesa que en su momento me gustó mucho: The Bureau.

La Agencia me está gustando incluso más que la original, pero sacan un capítulo cada lunes (ya está terminando) y eso me da mucha pereza.

Así que, en paralelo, empecé a buscar otra serie. No encontré ninguna de espías para compensar, así que me puse a indagar sobre series de narcos.

Y encontré una.

Se titula: El Dragón, el retorno de un guerrero.

Cierto es que el título me tendría que haber hecho sospechar. Pero vi que trataba de una familia de narcos, en la que el abuelo, que es el patriarca, estaba en las últimas y el nieto, que vivía en Japón, volvía a México a tomar el control de la organización.

Hasta aquí, todo bien.

Ya llevaba unos cuantos capítulos y no estaba mal, pero sí que es cierto que la acción cada vez era menor y las tramas familiares, mayores.

Hasta que Alba me ve y me dice: —¿Estás viendo una telenovela?

¿Yo? ¿Una telenovela? —respondo.

—Sí, eso es una telenovela.

—No, no. Esto es una serie de narcos.

—No, no. Puede que haya narcos, pero eso es una telenovela de las de toda la vida. Ese es el protagonista de Rubí.

Silencio.

Me la quedo mirando, le doy al play otra vez y entonces, de repente, mi cabeza ya ve la serie pero contextualizada como telenovela.

MIERDA.

Es una telenovela.

Y a partir de ese momento, ya no soy capaz de ver la serie de narcos. Ahora solo veo la telenovela, y cada capítulo que pasa es más telenovela y menos narcos.

Ha perdido toda la emoción, el misterio y la gracia.

Y lo más curioso es que, antes de saberlo, podría decir que no era una serie increíble, pero sí que me tenía enganchado.

Gracias, Alba, por haber convertido mi serie de narcos en lo que antes no era… una telenovela.

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