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Es todavía más caro.
Estamos pasando estas fiestas por Andalucía.
Hemos ido a una tienda en la que venden minerales, joyas hechas a mano y cosas para el hogar hechas con minerales.
Y nos ha sucedido una situación que es muy habitual, y al salir de la tienda le digo a Alba:
Ya tengo mail para mañana.
Te cuento, en la tienda hemos estado mirando varias cosas y he preguntado el precio de algunas de ellas.
Bueno, lo primero es que yo no pregunto nunca:
¿Cuánto vale?
Porque el valor es subjetivo y no me interesa que me digan el valor de algo, ya me ocupo yo de descubrir cuánto vale.
Lo que me interesa es el precio por el que me lo venderán.
Por eso siempre pregunto el precio.
—¿Cuál es el precio de este cuarzo?
—Vale 120 €, pero te puedo hacer un descuento de X…
(Cuando la gente dice: “vale tanto…” está haciendo una afirmación cuestionable. El precio que una tienda pone a un producto es el precio que elige ponerle y no tiene por qué corresponderse con lo que eso vale en realidad).
Lo que nos ha alucinado es que, automáticamente, sin saber si ese precio es alto o bajo para nosotros, se ha marcado un descuento en el que se ha cargado una parte importante de su margen. Sin que nosotros se lo hayamos pedido.
Esto lo hace mucha gente, por inseguridad. Cuando interpreta que algo tiene un precio alto, intenta bajarlo porque tiene la expectativa de que la gente, por defecto, no tiene dinero.
Seguimos mirando, vemos un mineral súper bonito y le preguntamos el precio.
—Este es todavía más caro —responde.
(Ya no hablamos de precio alto, sino de “caro”. Una cosa es cara cuando el precio que tiene está muy por encima de su valor real).
—Bien, no importa —respondemos.
Y automáticamente la mujer se pone a hacer números con la calculadora para ver qué descuento nos puede hacer por esa pieza.
Esta es una situación súper normal, pasa muchísimo y la gente lo hace de buena fe. Pero no se dan cuenta de que han adaptado su estrategia de venta a personas que no tienen dinero, y por defecto están perdiendo dinero cuando viene un cliente que sí puede pagar esos precios.
¿Conclusión?
Hemos pagado menos de lo que habríamos pagado, aún insistiendo en que no hacía falta que nos hiciera un descuento.
Si fueras mi cliente, te diría:
“Si estás vendiendo, nunca hables de lo que vale, de lo que cuesta ni de lo caro o barato que es algo.
En lugar de eso, habla simplemente del precio y no ofrezcas descuentos; deja que los clientes paguen por aquello que están comprando.
Si te piden un descuento, di que no lo puedes hacer, que eso que vendes está muy demandado y que el precio ya está muy ajustado.
Si por algún motivo te sientes inseguro y quieres ofrecer un descuento, hazlo como excepción y siempre sobre la compra de un producto de precio más alto del que están mirando o por un mayor volumen de compra (más unidades).”
PD: Estas fiestas son un momento ideal para entender los conflictos familiares, las intenciones ocultas del árbol genealógico y el modo en el que los patrones se repiten de una generación a la siguiente.
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