El límite está en uno mismo.

Tenía miedo, mucho miedo.

Estaba en el segundo año del grado de psicología, y me tocaba la asignatura de Estadística.

Me conozco y sé que no se me da bien la estadística.

Me conecto a la primera clase y veo a la profesora… (la universidad es online).

Tiene un micrófono que le distorsiona la voz, prácticamente no se le entiende y además habla rapidísimo. Asumiendo que tenemos una idea de las cosas que habla.

Yo en mi caso, no tengo ni idea de absolutamente ningún concepto. No sé ni lo más básico que pueda llegar a saber cualquiera.

Veo las clases, pero no la entiendo, cada vez habla más rápido, algunos alumnos le piden que hable más despacio, que el micro no funciona bien. Lo desconecta, lo conecta, se escucha igual y continua. Empieza a desarrollar conceptos más complejos, gráficos, ecuaciones…

Me detengo.

No tiene sentido seguir viendo las clases, no entiendo lo que dice y aún que lo entendiera tampoco podría seguir ese ritmo ya que no tengo la base mínima.

Nunca me gustaron las matemáticas.

Tengo el manual de la asignatura, con todo el contenido en el Ipad para tomar notas, veo que son solo 70 páginas, lo puedo estudiar de ahí. Lo reviso bien, pero queda a mitad. Vaya parece que hay otro manual, 200 páginas más…

Hay momentos en los que a uno le dan ganas de rendirse, de decir: Bueno yo lo he intentado, pero frente a esto no puedo hacer nada.

Pero no es verdad. Siempre puedes hacer algo.

Cerré la sesión del campus online. Tomé la decisión de no ver ninguna clase más. Cogí los dos manuales, los junté en un único documento, lo imprimí y empecé a leerlo. Cada concepto que no sabía lo buscaba por internet y no dejaba de indagar sobre él hasta que lo entendía a la perfección. Luego seguía leyendo el manual.

Reventé ese manual, lo destrocé, todo el tiempo que duró la asignatura en vez de ver las clases, estuve escudriñando todos esos conceptos, gráficos, fórmulas… Cuando llegó el examen entendía perfectamente las preguntas. Era un examen difícil, no esperaba menos. Aprobé.

No sé si se ve muy bien pero aquí te dejo la nota del expediente:

Si fueras mi cliente, te diría:

“Hay veces que lo único que te salva es una cabezonería descomunal que te permite conseguir aquello que quieres por pura fuerza bruta.

El límite está en uno mismo.

 

🔥  ATENCIÓN 🔥

Este sábado en la Membresía te hablo sobre pagar el precio que cuesta la vida que quieres.

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