Me dicen:

“Cada vez escribes los mails más cortos.”

Sí, es cierto. Te cuento:

Cuando me pongo a escribir el mail, no tengo una pretensión concreta de que sea largo o corto. Solo escribo y ya. No tengo una organización de las temáticas, no voy con algo predefinido. Me gusta la sensación de estar frente a la página en blanco sin nada específico que decir.

Solo me inspiro y escribo.

Lo que sucede es que el mail es un reflejo de mi forma de expresarme, en general. Y siento que cada vez necesito decir menos para expresarme.

Antes contextualizaba mucho más, daba más explicaciones, justificaba mis argumentos… Pero ahora, simplemente, no necesito hacerlo.

En general, no discuto, no debato, no entro en conflicto. No es apatía, es desapego.

Acepto los caminos de cada uno. La verdad, su verdad, me interesa muy poco. No hay necesidad de convencer a nadie de nada, de salvar a nadie de nada, de imponer nada a nadie.

Solo puedes intentar ayudar a quién te pide consejo, a quien te pide ayuda.

Corregir al resto es ego.

Esta visión aporta mucha ligereza.

Así que, simplemente, las batallas desaparecen. No encuentro el motivo para hablar y hablar, para contar un montón de cosas, para intentar convencer a la gente de mi verdad. Solo puedo compartir aquello que considero que tiene valor y solo lo recibirán las personas que crean que eso es útil. Hacer fuerza es absurdo e innecesario.

Así que… sí, es posible que mis mails sean más cortos.

Y eso no significa que vayan a desaparecer, solo que tendremos que mejorar la comunicación para que esto sea cada vez más una conversación.

Si fueras mi cliente, te diría:

“Si tienes que gritar para que te escuchen, es que no quieren escucharte.

Y si lo que aportas es de valor, puedes permitirte decirlo en voz baja. Quienes quieran oírlo, acercarán sus orejas para no perdérselo.”

🔥  ATENCIÓN 🔥

Tengo una Membresía en la que comparto con unos pocos cientos de personas aquello que no se puede contar a todo el mundo.

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